viernes, 29 de agosto de 2014

Delirio #19: Exclamaciones y metáforas

De vuelta a lo profundo de mis invenciones. Camino por lo irreal, en mis ojos puedes ver elocuencia y un breve pero intenso destello de locura.
Como una chispa, como el instante en el que un vaso de cristal cae al suelo.

¡Crash! Y se rompe.


* * *


Demasiado. Es demasiado para un alma traspasar tus barreras, puestas a condición de verme jamás. Y la mía no se cansa, no, de intentarlo una y otra vez:

Traspasar.
Caer.
Traspasar.
Caer.

Y no se detiene, como un círculo vicioso.

No.

Como una espiral, quizá.

Sí.

Definitivamente sí.

Eres una espiral. Todo va hacia tu interior y, de la misma forma, es expulsado fuera, a la oscuridad. Donde no puedas verlo.

Yo llevo mucho tiempo allí, quizá demasiado. Conozco, como a mí mismo, los cuchillos y las flores que también echaste. Es fácil:

Todos me pertenecen.


Y lo que me acerca a ti es lo mismo que te aleja de mí. Tan simple, cierto y catastrófico.

¡Qué odisea!

No, a ti no te valen las exclamaciones. ¡Qué estoy haciendo?

¡Ops! Otra vez... Tal vez una metáfora... ¡Qué digo?

Locuras. Para ti... Eh... Nada, ¡olvídalo!

... (Un murmullo. Bueno, tal vez un suspiro)

Palabras, siempre palabras. Escritas el aire o en papel, en la pantalla, en mi interior...
Palabras que tú no podrás ver aunque las leas.

Oh, no te enfades. Es como un juego. Yo soy la marioneta y tú mi titiritera.

¿Qué? ¡Claro que es así! ¡Es por ti por quien y porque escribo! ¿Sigues sin entenderlo? ¡Vaya...!
Pero no es tu culpa, ¡oh, no!
Ni lo menciones.

La culpa es mía por escribirte.

"Espero no ofenderos, señorita, sería mi mayor vergüenza" digo, con patética voz de caballero.
Tú te sonrojas y yo te susurro al oído mil palabras (¿para qué?).
Sólo una.

Dos.
Cinco.

Y tú te giras y, risueña, me dices: "Oh, querido, ¡divagas por el espacio exterior! ¡Déjalo ya!" Y te vas acompañada de la elegancia de tus caderas,
y de mi caballerosidad.


Y sigue siendo imposible traspasarte. Ni palabras ni exclamaciones. ¿Metáforas? ¡Qué ridiculez!

Eres imperturbable.
¡Maldito fantasma! ¡Maldita tu transparencia!
Creo ver algo en ti: ¡ilusiones!

Mierda... ¡más metáforas!


Mierda... más exclamaciones.

sábado, 9 de agosto de 2014

Delirio #30: Los colores de tu pelo

Rojo, dulce, turquesa y limón: los colores de tu pelo.

Un paso adelante, dos o tres miradas atrás.

Creo que no lo hice bien. Volvemos a empezar.

¡Oh, mierda! ¡Está quedando ridículo!

Ocho por ocho.
Trece.
Veintitrés.
Cuarenta y dos.

Es curiosa mi mente a tu pensar; las palabras infernales, tan distantes unas de otras.

Lima.

Pero tranquila, no son sólo colores. Algunas veces eres un vaso vacío, otras el sol y lo que más: un ángel.

Y recuerdo tus besos y saben dulces, tan dulces como tus rosadas mejillas, como un día de playa, como el sol en primavera, como... ¡Yo qué se cómo!

La verdad, no tus besos.

Y son tan perfectos como las manchas de tu piel, los días soleados y todo lo que no es perfecto.

Como mis imperfectas palabras y las que no lo son:
amor, amor, ¡catástrofe!

Y no son mías.


¿No es indignante?
Hoy la locura me lleva.

No, espera... Qué gran mierda.