martes, 30 de septiembre de 2014

lunes, 29 de septiembre de 2014

Delirio #15: Nosotros los marginados

Deberíamos ayudarnos entre nosotros,
nosotros los marginados.

Marginados de Dios,
Dios que no es nuestro,
nuestro pesar sí lo es.

Es ese Dios de hombres,
hombres, que no nosotros.

Nosotros los marginados,
marginados de la tierra,
tierra que no es nuestra,
nuestra es nuestra vida,
vida y nada.

Nada más que dolor,
dolor y, de dolor, doliendo,
doliendo tú,
tú dueles en todos,
todos los hombres,
hombres que no somos nosotros,
nosotros los marginados,
marginados que no solos,
solos ante el mundo,
mundo que es nuestro jamás,
jamás seremos nada,
nada será nuestro.


Nuestro es otro mundo,
mundo de palabras,
palabras, sentimientos,
sentimientos vívidos,
vividos en pasado,
pasado tormentoso,
tormentoso como nosotros,
nosotros los marginados.

Marginados, distintos,
distintos a los hombres,
hombres sucios, traidores e iguales,
iguales entre ellos,
ellos, que no somos nosotros.

Nosotros los marginados,
marginados, nunca solos,
solo estamos locos,
locos de amor,
amor que eres tú,
tú, inspiración,
inspiración, poesía,
poesía del alma,
alma marchita,
marchita primavera,
primavera del mundo,
mundo de maravillas.

(Maravillas, palabras.
palabras, nuestro cáliz,
cáliz del deber,
deber que, con palabras,
con palabras deberíamos,
deberíamos ayudarnos entre nosotros,
nosotros los marginados.)

domingo, 28 de septiembre de 2014

Delirio #9: Regresar.

Y allí ella, espaldas al mundo, inmersa en su si no. Allí, sola, floreada, hermosa.

Dijo no, ella,
a la angustia y al pesar
del mundo.

Y un niño, al pasar, en sus manos una rosa, rosa quebrada, quebrada ella, allí, hermosa.

Y mientras ella dice no, síes, cientos, de la nada.
vienen,
chocan,
vuelven.
Ella, convencida,
rabia: "¡No volverán!"
Y, sin embargo, regresan.

Y ella,
su no,
su si no,
toda ella, hermosa, quebrada,
y el dolor, negro, arde solo,
sin angustia.

De nuevo regresan.
Ella, hermosa,
ella, sola.
Si no,
floreada.
No.

Angustia.

Grita.
"¡No al mundo y a las adversidades!"
Y gira,
pretende,
ilumina la oscuridad
a su paso, paso tosco, cansado.

Y yo ya veo, en el mirar de su mirada,
no veo nada.
Pero más allá, entrando en su pupila, paso de largo,
de la angustia,
del dolor,
de la hermosura.
Y veo, más allá, síes, cientos, en la nada,
esperando salir,
alejar la angustia,
esparcir el dolor,
regocijarse en la hermosura.

Y, sin embargo,
ella.
sola,
hermosa,
floreada,
de espaldas al mundo,
no, pesar,
no, angustia,
nunca regresa.

sábado, 27 de septiembre de 2014

Delirio #8: Vano intento

Si sólo el viento es testigo de mi ahora muerte y sólo el agua puede, vano intento, aliviar mi dolor.

Si aquello por lo que muero, desconocido yo de él, la única manera de huir sería imposible, correr lejos, con el alma.

Si la única opción es nunca más decidir. Si la única salida es sentarme a descansar 
y, vano intento, no mirar atrás, allí donde me observa.

Si cien años no son suficientes y corazones más vivos fueron reparados, no lo recuerdo.
Y si, vano intento, pudiera recordarlos, un paisaje, muerte y desolación, vería.

Si acaso, vano intento, sintiere algo.

Y, a fuerza de no sentir, recordar lo sentido.
Algún día.
En algún lugar.
Donde el dolor no duela.
Donde los puntos se disfracen de comas.
Donde pudiera escapar, al fin,
del delirio.

De tu querer.

viernes, 26 de septiembre de 2014

Delirio #6: Siempre hay noche.

Cuando la primavera se agota y huye de tus nublados párpados. Cuando el viento derriba los pocos versos que aún quedan libres en algunos corazones. Cuando, la vista vuelta, no hay sendero atrás.

Noche.

Diez. A veces treinta. Corazones rotos, sin causa alguna.

Y si he de pedir algo al destino, sólo pido una blanca lanza. Porque roto,
no queda nada ya.
Ni sentimientos,
si  aún pudiera sentir,
ni vida, si morir pudiera.

Viejos amigos,
muertos,
me susurran, me piden que, allí, donde no hay noche,
tan lejos,
felicidad.

Y son diez, a veces treinta, corazones rotos. Les susurro, les pido que, allí, donde no hay noche...

Siempre hay noche.



jueves, 25 de septiembre de 2014

Relato sin nombre.

       Y, ¿qué es lo que quieres? – concluyó, nunca mejor, con una pregunta tan simple.

Él guardó silencio. Había recuperado su rostro serio y la miraba fijamente a los ojos. Nunca supo por qué, ella fue capaz de sostener su mirada. Sus corazones comenzaron a agitarse. No latían al unísono. Él, grave y ella, agudo, tocaban distinta melodía. Sin distorsiones ni discordia: sus diferentes ritmos y sonidos armonizaban a la perfección. Como sus propias diferencias.

Pasaron... ¿Qué? ¿Minutos? ¿Horas? ¿Edades?

Tiempo.

Ellos se miraban fijamente a los ojos, ajenos a la cualquieridad.

Él vio fuego. Fuego y luz que iluminaban todos y cada uno de sus oscuros callejones. Vislumbró cariño y dulzor en aquel espléndido color, no de sus ojos, de su mirada. Descubrió un jardín aún más verde, unas flores aún más vivas. Y, de todos los colores, destacaron los suyos: oscuro sobre negro.

Ella vislumbró amor, como si observara a través de una estrecha rendija, en sus oscuros ojos. Verdadero amor y algo más: la oscuridad escondía una extraña profundidad que quizá se perdiera en lo infinito. Descubrió la magia que habitaba en los ojos de tan extraño muchacho y se dejó llevar por una sensación, otra de las que poetas y músicos continúan sin saber describir. Y ella tampoco.

No sé qué pasó a continuación, pero me temo que ellos recuerdan cada instante como cada centímetro de su propia piel.

Y sé otras cosas.

Sé que aquella noche se besaron y se abrazaron. Así permanecieron, como si tuvieran miedo, pánico a alejarse, él de ella, ella de él.
Como si el viento pudiera interponerse entre ambos, como si, al separarse, la realidad se rompiera en mil pedazos. Porque fue real... ¿verdad?

Eso se preguntó él durante el resto de su vida.

Como si no existiera nada más en el mundo, los dos se miraban fijamente, evadidos por completo de la realidad. Corazones agitados, miradas sinceras y miedo a los abismos. Como si aquel instante fuese único, irrepetible.

Sin duda lo fue.

También sé que desde aquel día, los rizos de ella no dejaron de interferir ni un sólo día entre sus labios y sus besos: como rojo entre un rojo más intenso.
Sé que él dejó de dormir y que, noche tras noche, se dedicó a, en un vano intento por describir la perfección, poetizar aquel instante. Tras varios cuadernos ya sin hojas y una gran frustración, dejó de pretender imposibles y habló, como todos los demás poetas, de sentimientos y de rosas. Y de ella.

Un instante había cambiado su vida. En realidad no dejó de ser como era, pero siendo así, cambió casi por completo. La noche, que ahora parecía tan lejana, permaneció siempre en su recuerdo, entre suspiros y oscuridades.

Ella descubrió el verdadero significado del amor y de los besos. Comprendió la danza (algo a lo que su profesor estuvo muy agradecido) y bailó con el alma. En sus ratos de soledad, compuso obras inacabadas de sonrisas y de flores, tantas, que llenó su carpeta de partituras.

Así fue: el amor los transformó y ellos apenas se percataron.



¿Cuánto tiempo pasó? ¿Semanas? ¿Meses? ¿Siglos?

Tiempo.

Ninguno de los dos perdió el tiempo contando los días, las semanas o los meses. Tampoco se preocuparon por fechas especiales ni se hicieron regalos en los días indicados. Él nunca le entregó rosas y ella no era doncella ni rosada.


Hay algo que quiero pedirte: no busques en ésta una historia de amor perfecta. La perfección no existe y el amor, imposible, no podría juzgarlo. Pero sí hubo un tipo de perfección en esta historia: el de todas y cada una de las historias de amor; un tipo de perfección que no está sujeto a leyes ni a estructuras. Una perfección única y simple que oculta y disimula los desperfectos de la realidad:

La perfección del amor que sobrepasa las barreras del tiempo y de la muerte.


Es algo difícil de explicar y más aún de comprender. Tal vez si lo has vivido puedas llegar a entenderlo, pero no en su sentido más profundo. El sentimiento de paz y a la vez intranquilidad, ¿cómo se llama? ¿Tiene nombre la desaparición de las dificultades, los no obstáculos al apoyarte en el hombro de la persona a la que amas? ¿Y el fuego que recorre tu pecho cuando pasea su mano por tu espalda o juega con tu pelo?

Y ahí están los poetas, los músicos, los bailarines y los pintores. Aquí, en esta parte de la historia, entra en escena un artista, un cualquiera de las calles con la extraordinaria capacidad de asombrar, incluso a sí mismo, con aquello que ama. Es un alma sensible que se emociona al leer poesía, al oír música, al ver una majestuosa interpretación o una magnífica pintura. Y lo más importante: todas estas cualidades le hacen destacar.

Él es diferente y nunca, jamás, será un igual. Se rebelará ante lo establecido. No querrá normas, o todo lo contrario, acordará su obra a los patrones y seguirá el guión, pero nunca habrá ningún artista igual a otro.

Pero iré más allá. Hablemos de lo realmente apasionante del Arte (sí, en mayúscula). Lo verdaderamente sorprendente son las preguntas que pasan por tu cabeza cuando ves, oyes, escuchas, tocas la obra de un artista. Lo más misterioso son los qué, los cómo, los cuándo y, si nos adentramos más, la joya en bruto de los porqués.

Y de todas la preguntas, aquellas que ni el propio artista puede responder.

¿Qué es lo que impulsa los corazones de los hombres? ¿Inspiración? ¿Una sensación, un sentimiento, una voz en tu cabeza? ¿O un sentimiento que procede de una sensación de que una voz en tu cabeza te habla?


Él se acerca, lentamente, no sabe bien por qué. Ella se deshace, cuenta cada segundo, muere por unos labios que no son los suyos.

Y más preguntas sin respuesta.  ¿Por qué alguien querría nada de algún otro?

¿Qué es lo que, dentro del alma, más etéreo e inalcanzable, ansía los precisos instantes, el álgido de los besos?

¿Qué es aquello que nos hace delirar y no ser nosotros mismos? ¿Y qué somos sino nosotros mismos?
¿Acaso cuando amamos no somos nada, como él, pleno en sus besos, o ella, toda en sus brazos?


Sigo sin saber cuánto tiempo pasó.

Las historias de amor son extraordinarias para quienes saben amar. Y ellos sabían. No había malicia en sus ojos, interés, ¿acaso existía? Eran y no eran, juntos no existían las barreras de la muerte. Los límites eran pequeños obstáculos apenas visibles. Una caricia bastaba para mantener a raya cien lágrimas y un beso las hacía desaparecer. El amor se hacía tangible en sus miradas. Él siempre habló de ello como "la tempestad del mar en sus ojos".

A ella, simplemente, le faltaron las palabras.



No sé describir con exactitud sus besos. Ninguno de ellos: los que ella lanzaba al aire, los que él deseaba por carta; los que, disfrazados de noche, compartían en la oscuridad.

Pero de entre todos siempre destacaron los besos improvisados, ¡chas!, sin pensar. Lo importante era lo inesperado, la sorpresa, como el mismo amor les sorprendió a ellos un día que ni siquiera recuerdan. Ocurren y punto. Él siempre habló de ellos como "súbitos rayos de fuego en momentos inesperados ".

Ella nunca tuvo palabras para aquellos lejanos besos.



Preguntas quedas, vacías sin las respuestas que no puedo dar.

¿Cómo ellos dos, tan pequeños en el mundo...?

Perdón.

¿Cómo ellos, enormes, inmensos, grandiosos en su mera realidad, pudieron escribir, a fuego, belleza y sólo belleza?

¿Qué tiene el amor? ¿Qué para adormecer corazones y nublar incluso los sueños?

¿Qué es lo que me llama, allí, en la oscuridad? ¿Por qué este amor a la noche? ¿Por qué perderse en un olvido, en un quizá? ¿Qué tienen la negación y el desdén que sellan las puertas de la razón?

¿Dónde caen las más codiciadas lágrimas, vacías y abismales? ¿De qué sirven las palabras cuando ya no queda nada y nadie podrá escucharlas?

¿Qué decir del fondo de un alma cuando, en su oscuridad, todo es invisible?




Se miran, entre sus ruinas, distintos al mundo. La última voz, grito o suspiro, aún suspenso en el aire, clama a un silencio mayor y más profundo.

Distingue el miedo en su mirada. Recuerda una, dos noches atrás. Con un dedo recorre su espalda, lentamente, con miedo a perturbar el agua en calma. Ella, y su piel desnuda, vibrando.

En la noche, una luz resplandece, luz de flor, flor de rosa, rosa sin espinas. ¿Qué es, palpable en la oscuridad, que ellos sienten y yo no puedo percibir?


Rosas sin espinas empapadas en sangre.

Ella, dulce y hermosa, vibra. Él vibra a su vibrar.
Y una sonrisa tímida, cómplice, cúspide en la noche, se enfrenta a cien temeridades y, a su vuelta, arrolla con las angustias y las sospechas: no hay inquietudes, nunca más.

Ella dice sin decir nada. Sugiere no más de ninguna palabra. Suficientes.
Él escucha. Oye sin oír sus nunca pronunciadas palabras.


Humo, paréntesis, suspiro.


Y de todas la preguntas, aquellas que ni el propio artista puede responder.

No te detengas nunca (Pedro Salinas)

No te detengas nunca
cuando quieras buscarme.
Si ves muros de agua,
anchos fosos de aire,
setos de piedra o tiempo,
guardia de voces, pasa.
Te espero con un ser
que no espera a los otros:
en donde yo te espero
sólo tú cabes. Nadie
puede encontrarse
allí conmigo sino
el cuerpo que te lleva,
como un milagro, en vilo.
Intacto, inajenable,
un gran espacio blanco,
azul, en mí, no acepta
más que los vuelos tuyos,
los pasos de tus pies;
no se verán en él
otras huellas jamás.
Si alguna vez me miras
como preso encerrado,
detrás de puertas,
entre cosas ajenas,
piensa en las torres altas,
en las trémulas cimas
del árbol, arraigado.
las almas de las piedras
que abajo están sirviendo
aguardan en la punta
última de la torre.
Y ellos, pájaros, nubes,
no se engañan: dejando
que por abajo pisen
los hombres y los días,
se van arriba,
a la cima del árbol
al tope de la torre,
seguros de que allí,
en las fronteras últimas
de su ser terrenal
es donde se consuman
los amores alegres,
las solitarias citas
de la carne y las alas.

miércoles, 24 de septiembre de 2014

Rima XXV (Bécquer)

Cuando en la noche te envuelven
Las alas de tul del sueño
Y tus tendidas pestañas
Semejan arcos de ébano,
Por escuchar los latidos
De tu corazón inquieto
Y reclinar tu dormida
Cabeza sobre mi pecho,
Diera, alma mía,
Cuanto poseo:
¡La luz, el aire,
Y el pensamiento!

Cuando se clavan tus ojos
En un invisible objeto
Y tus labios ilumina
De una sonrisa el reflejo,
Por leer sobre tu frente
El callado pensamiento
Que pasa como la nube
Del mar sobre el ancho espejo,
Diera, alma mía,
Cuanto deseo:
¡La fama, el oro,
La gloria, el genio!

Cuando enmudece tu lengua
Y se apresura tu aliento
Y tus mejillas se encienden
Y entornas tus ojos negros,
Por ver entre sus pestañas
Brillar con húmedo fuego
La ardiente chispa que brota
Del volcán de los deseos,
Diera, alma mía,
Por cuanto espero,
¡La fe, el espíritu,
La tierra, el cielo!

martes, 23 de septiembre de 2014

Amor, amor, catástrofe. (Pedro Salinas)

Amor, amor, catástrofe.
¡Qué hundimiento del mundo!
Un gran horror a techos
Quiebra columnas, tiempos;
Los reemplaza por cielos
Intemporales. Andas, ando
Por entre escombros
De estíos y de inviernos
Derrumbados. Se extinguen
Las normas y los pesos.
Toda hacia atrás la vida
Se va quitando siglos,
Frenética, de encima;
Desteje, galopando,
Su curso, lento antes;
Se desvive de ansia
De borrarse la historia,
De no ser más que el puro
Anhelo de empezarse
Otra vez. El futuro
Se llama ayer. Ayer
Oculto, secretísimo,
Que se nos olvidó
Y hay que reconquistar
Con la sangre y el alma,
Detrás de aquellos otros
Ayeres conocidos.
¡Atrás y siempre atrás!
¡Retrocesos, en vértigo,
Por dentro, hacia el mañana!
¡Que caiga todo! Ya
Lo siento apenas. Vamos,
A fuerza de besar,
Inventando las ruinas
Del mundo, de la mano
Tú y yo
Por entre el gran fracaso
De la flor y del orden.
Y ya siento entre tactos,
Entre abrazos, tu piel,
Que me entrega el retorno
Al palpitar primero,
Sin luz, antes del mundo,
Total, sin forma, caos.

sábado, 20 de septiembre de 2014

Delirio #4: De verdad tus besos.

¿Por qué no mentir de ti, amor, si la verdad es negra y la mentira es blanca y pura? ¿Por qué no vivir en realidades paralelas a ti, en las que me das la mano y, lejos de los gritos y las angustias, en nuestra soledad me besas?

¿Por qué he de vivir detrás de ti y no a tu misma altura o más allá?

¿Fuiste tú, de verdad, aquella, junto a otros muchos indefinidos sueños, la que me habló y me descubrió los besos desnudos, ardientes, nuevos en mi boca?

¿Cómo vivir atado si observo tus alas y a ti volar más y más alto, hasta donde no puedo verte? Si llegaras al Sol, te coronaría con sus rayos. Te cubriría de relucientes, nunca más que tú, besos.

Menos brillantes que aquellos, los que un día míos, fueron a ti.

Y tú, ya  reina del Sol, ineludible tu esplendor, ¿a qué sabrían tus besos? ¿Qué sería de mí si me besaras?

Entonces yo no sería nada; nada y todo.

Otra vez nada, polvo y ceniza, cualquiera, que pisaras sin cuidado al caminar. De tus labios podría conocer tus maravillas. Sería libre, así, apresado entre tus brazos. Podría escapar, conocer la causa de tu risa, los misterios de tu mirada.

Pero las verdades, más oscuras y distantes, perpendiculares a tus besos, los cortan, los despedazan. Verdades que me dejan vivo y perdido en lo desconocido, lejos de mí, donde mis palabras son inútiles, alejadas en algún rincón oscuro.

Impacientes las verdades, no como tus besos. Convertías los segundos en infinitos y yo soñaba y podía entregarme a tus siete, mil maravillas.

Tantos me diste, aún desconocidos besos, que la muerte ¿Qué es la muerte? ¿Qué, a tus besos? Entonces yo podía morir, sellaba mi alma en tus labios.

Era palpable el frío, el ardor, la angustia, la pasión, mis manos temblorosas. Todo, realidad, era un abstracto en tus labios. Las verdades morían, ¿qué es la muerte?, en tus mejillas. Nunca rozaron tu boca: su límite tus, de nuevo, labios. Se estrellaron contra el suelo, y allí, yo, y lo que eres tú en mí; y tú, y lo que yo fui en ti, quedó ciego, perdido, irreal.

¿Por qué, amor, no vivir en los límites? ¿Por qué no aferrarme a tus irrealidades?
¿Por qué tus besos?

miércoles, 17 de septiembre de 2014

Delirio #2: Las desesperadas formas.

Mi corazón se agita
a tus pasos,
a tu cuerpo,
a un mechón de tu cabello,
a tú mirando al infinito,
sosegada,
como tú misma,
atenta a aquellas cosas que sólo tú conoces.

Y yo, que nada más observo, miro y, donde tú ves cien colores, no distingo blanco de negro. Yo, que en la noche vivo, de oscuro perseguido.

Y yo, inmerso en mis delirios, intento entrelazar motivos de olvido y de quizás. Intento aferrarme, ¿dónde fuiste, esperanza?, a cualquier pasión de ti distante.

Y de todas las pasiones que nublan mi mente, tú eres todas ellas.



Soneto V. (Garcilaso de la Vega)

Escrito está en mi alma vuestro gesto,
y cuanto yo escribir de vos deseo; 
vos sola lo escribisteis, yo lo leo 
tan solo, que aun de vos me guardo en esto. 

En esto estoy y estaré siempre puesto; 
que aunque no cabe en mí cuanto en vos veo, 
de tanto bien lo que no entiendo creo, 
tomando ya la fe por presupuesto. 

Yo no nací sino para quereros; 
mi alma os ha cortado a su medida; 
por hábito del alma mismo os quiero. 

Cuando tengo confieso yo deberos; 
por vos nací, por vos tengo la vida, 
por vos he de morir, y por vos muero.

martes, 16 de septiembre de 2014

Delirio #3: Oscuro, adiós, canciones y encrucijadas.

Aún recuerdo cuando me perdí en tu oscuro cabello.
Entonces todo eran luces, no había noche. Existían tus labios y los míos, que todavía te llaman.

Y no hubo ninguna respuesta.

Entonces creíamos en el amor, en otoño, cuando envejecen todas las flores.

¡Ay de nosotros!
¡De ti y de mí y lo que fuimos, atrevidos soñadores del crepúsculo!
¡Ay de los sueños que soñamos, juntos, a la luz de las velas encendidas con tu aliento, nunca dejaron de brillar!
¡Ay de tus mejillas, sonrojadas, encerradas en mil secretos, ninguno de ellos nunca supe!

Y alguna vez, quiero pensar, bebí de ti, o al menos de tu, mi, tenue sombra. Pero es ella, realidad, extraña, cruel, traidora, quien rompe mis sueños.


Angustia.

Asustado, me alejo y me refugio en las noches de madrugada, donde sólo tú y tus recuerdos me acompañan.

Y entonces vivo.

Apartado de todos ellos que son nadie y tú que sí eres, te hacen ascender, a ti y tu luz, de entre todos ellos. Te veo entonces alejada, impertinente del mundo, de todos los que te rodean.
¿Es una visión? ¿Realidad? Silencio. 

Rozas los márgenes, desprecias, entre risas y penetrantes miradas, todas mis no palabras, que son tuyas.
¿Niegas acaso tu dulzura, tu calor, tu luz, tu brillo?

¿Eres acaso tú quien dirá "no" a la hermosura?

¿Y te atreves a mirarme?
¿A mí, que soy oscuridad, frío, otoño, abismo?
¿Me das la mano? ¿Tú, que no eres más que...



Conté las palabras, todas y cada una de ellas.
Ninguna fue el "más" y los "menos" corrieron a esconderse ante tus "yo". La tempestad del mar se presentó voluntaria, pero jamás la acepté. La primavera vino como sí sola, con sus verdes y sus flores, ajena a lo viejo y olvidado. Se acercó también el Sol adornado para la ocasión. Suplicó una estrella, no recuerdo su nombre, por ti. Entregó sus lágrimas, claras, relucientes, elevadas. Y uno de tus susurros las quebró, en mil luces las deshizo.

Las transformó en risas y en primaveras.

Vinieron también los hombres, en tropel.
Se agolpaban queriendo entrar (¡como si acaso pudieran!). Sollozaban, todos ellos, una letra, una sílaba, obras completas y otras en suspensivo. Poco tardaron en regresar para cuando volvías tu mirada.


Y entonces supiste que yo buscaba aún sobre el mar, la tierra y el sol, con tanto anhelo, capricho o veneno, tu innombrabilidad, escondida en los más oscuros rincones, abatida tras tanto correr, escapar, huir.


Admiro entonces tu rostro, amargo ahora, silencioso. Tus ojos responden, ajenos a ti y a mí. Hablan de atardeceres, despedidas y melancolía.

Añoras lo ajeno a las distinciones y lo engañoso.

Y el otoño de los amores llega, como la misma muerte, dispuesto.
De ojos rojos y oscuras fauces,
me mira,
nos mira,
el pesar escondido en su rostro,
aún invisible.

Faltan palabras, todas ellas, sombras de tu sombra, escapan a mí.
Huyen.

Ya sólo resta una, suspendida en el aire, y nuestro temor, palpable entre tú y yo, de ojos a mirada.
Te decides, ante mi mudez, a descubrir y descubres (¡horror!) lo oscuro, lo negro, lo inimaginable:

Adiós.


Me das la mano.

Me aferro a ella, como amarrado en tierra firme. Nuestros rostros se juntan, tiemblan los cimientos de la tierra.
El mundo se desprende, como conmigo.
¿Notas el frío apoderarse, silencioso, de las moribundas almas?
¿Sientes huir el fuego?

Adiós.


Te marchas pisando fuerte, dejando huella. No podría, eres tú, ser de otra forma.
Detrás de ti, en el camino, observo al viento y cómo, sollozando, forma un rastro, sinsentidos y palabras sueltas.


Las he encontrado, todas las que recogí, para ti: del Sol, noche; de las estrellas, día; de los dioses, inmensidad.

De mí sólo quedan restos de canciones que jamás serán escuchadas.

Canciones, aquellas, sublimes y mortales, pertenecen a unos pocos, los verdaderos.
Ellos, que comprenden los misterios del alma.

Canciones y, más dentro, si te asomas, el abismo. Y en el interior del abismo, más profundo, los restos de un sentimiento aún cayendo, el dolor en mi aliento, ligero estallido y cien millares de ángeles, todos atentos a lo que eres, lo que fuiste, lo que fuimos.


* * *

Ante mí, un camino que aparenta soledad, como si, en silencio, quisiera ocultar un quién, un cuándo, un porqué. Más allá, en una encrucijada, la bruma se apodera del sendero, obsesiones y despechos. Allí, la guía de mis delirios nunca marca un camino.

Señala cuatro: uno al norte y tres al sur.


Y sé que nunca, que nunca soy, que ser sin ti, ser con tu adiós, no es ser.

Y yo no soy.

domingo, 14 de septiembre de 2014

El Spleen de París: Capítulo I, El extranjero (Charles Baudelaire)

- Hombre enigmático, dime a quién amas más:
¿a tu padre, a tu madre, a tu hermana o a tu hermano?

- No tengo padre ni madre, ni hermano ni hermana.

- ¿Tus amigos?

- Usa una palabra cuyo sentido me es desconocido
hasta hoy.

- ¿Tu patria?

- Ignoro bajo qué latitud está ubicada.

- ¿La belleza?

- Con gusto la amaría, diosa e inmortal.

- ¿El oro?

- Lo odio tanto como usted a Dios.

- ¿Qué amas entonces, extraordinario extranjero?

- Amo las nubes... las nubes que pasan... allá...
allá... ¡maravillosas nubes!

sábado, 13 de septiembre de 2014

Beso (Pedro Salinas)

Beso será. Parecen otras cosas.
Parecen tardes vagas, sin destino,
errantes por el tiempo: y nos esperan.
Al borde de los labios, de la vida,
se estremecen palabras, nombres, síes,
buscándose su ser, y no lo encuentran;
retornan al silencio, fracasadas.
No querían hablar, lo que querían
era hablarte, y no estás.
Pero ellas, todo
esto que nada es, esto que vive
en tierna primavera distraída,
espera su cumplirse, cuando llegues.
Todo es labios, los míos o los tuyos,
hoy separados. Lo llamamos hojas,
brisa, tarde de abril, papel, palabras.
Pero si te presentas,
correrán todos, largos frenesíes,
impacientes de espera, a reunirse.
Y la nube, la luz y las palabras,
y esta gran soledad
de bocas solas con sus almas solas,
beso será, se encontrarán en beso,
dado por esos labios ardorosos
que se llaman a la ausencia, cuando acaban.

            -

martes, 9 de septiembre de 2014

Delirio #24: Las voces de tu voz

Hablo de todas ellas: las dulces, las amargas y aquellas, más lejanas, enfurecidas.
También del vibrar de tu susurro, los sentimientos expresados y los que vagan muertos en lo desconocido.

No.

Hablo de más allá.
De lo que había detrás de tus besos y de tus rostros fruncidos. De tus "te amos", del frío ardiente que manaban aquellas verdades que me hirieron.
Hablo de tu rostro frente al mío. De todos los rasgos de todas las lágrimas que no han sido lloradas y las que caen en silencio al vacío, a la muerte, a la oscuridad: de nuevo a lo desconocido.

Hablo de las quebradas formas de tus formas.

Hablo de las calles en silencio y tú, que no caminas, te abres paso a través de todas ellas.
Hablo de la fuerza de un "no" y la decadencia de todos los "síes".
Hablo del frío en mis huesos en tu ausencia.
Hablo de caras inocentes, voces perdidas y más promesas quebradas. De cómo caminaste a través de mí y me traspasaste sin mirar atrás, sin percibir ni una sola voz de todas aquellas que mudé.
Hablo de lo acabado.
Hablo de los sitios en los que dijiste "siempre" y aquellos otros "nuncas".

Hablo de las voces de tu voz. De ahogarme en cien matices, en cien indescriptibles facciones tuyas que no soy capaz de ver.

Y sobretodo, hablo de una triunfante poesía que no es la mía, sino la tuya.

Delirio #16: Casualidades, sabios y amor

Lo tenue de tu superficie no es más que una sombra del abismo que habita en mi interior.

Y tú brillas en mis pupilas a mi mirar.

Y cuando tu cadente llama se agota, en medio de mis ambiciones me pregunto, ¿acaso ocurrió? Y no pasaste.

Nunca lo hiciste.

Así como intentar describir el vacío. ¿Qué decir, perfección? ¿Hablar de tus ojos? ¿De tu brillo? ¿De tu mirada?

Y pasar las dos próximas eternidades mirándote hasta que pierda mi mirada en tus labios y mis labios en tu pecho.
Hasta que por fin te rindas y poses tu sonrisa en mis hombros.
Hasta que duela, hasta que no seamos más que otro punto y coma.
O paréntesis.
O suspiro.

Hasta que dejes de oscurecer mis noches, hasta que dejes de ser halo hiriente en mis pupilas.

* * *

Juguemos a que varias dulces notas de piano se enredan en tu pelo y que mis manos las desenredan, una a una, con palabras.
Vivamos la innegable verdad del amor, besemos la fantasía mientras dure.
Bebe del profundo manantial de mis ojos que yo viviré de tu mirada.

Pasemos los tres próximos Septiembres de la mano, paseando en una eterna primavera.
Antes de que termine.


* * *

Terminó el invierno en tu mirada,
mi invierno.
Dejó de ser la noche algún quizá
en tus seguridades y en los olvidos.
Me compensaste con una sonrisa y dijiste
"no" al adiós, al marcharte.
Y son tus dos pasos delante los que yo estoy atrás.

* * *

 Son mis labios que se quejan de no saber de ti:

"¿Dónde?" preguntan.

"No, adiós", es mi única respuesta.

Y mueren en un sordo suspiro.


* * *

 Vivamos, vivamos tu bello rostro.
Soñemos la libertad de acariciarnos, la pasión de la fría noche y los principios insondables del sentir. Respiremos aire puro, el de los sueños.

Clamemos "no" de una vez por todas.

Vivamos para nosotros.
Perdámonos en las estrellas, en lo más hondo de tu alma.
Vayamos a algún lugar dentro de ti, donde todo es belleza,
tú eres belleza,
y consiga olvidar aquel morir en ti.

Derramemos lágrimas y dibujemos, como luciérnagas en la noche, en paredes,  esquinas y sombras,
mientras danzamos alrededor de alguna que otra juventud.

Dime sí cuando yo no sea más que noes y peros
o inaudible nota musical que viaja paralela a los todos y a los agónicos finales.

 Sé mi final. Que la única verdad cobre vida a tu lado.


Y de todos los porqués, acaso tú solo importas
.
Y reniegas a volver, a tan siquiera no irte.
Arriesgas a volar y morirme,
pero no eres tú,
no,
son tus alas que te impulsan más alto que ningún alma.

Y yo beso esas alas que son tú.


Y aquel, éste, es mi final.

lunes, 8 de septiembre de 2014

¿Fue como beso o llanto? (Pedro Salinas)

¿Fue como beso o llanto?
¿Nos hallamos
Con las manos, buscándonos
A tientas, con los gritos,
Clamando; con las bocas
Que el vacío besaban?
¿Fue un choque de materia
Y materia, combate
De pecho contra pecho,
Que a fuerza de contactos
Se convirtió en victoria
Gozosa de los dos,
En prodigioso pacto
De tu ser con mi ser
Enteros?
¿O tan sencillo fue,
Tan sin esfuerzo, como
Una luz que se encuentra
Con otra luz, y queda
Iluminado el mundo,
Sin que nada se toque?
Ninguno lo sabemos.
Ni el dónde. Aquí, en las manos,
Como las cicatrices,
Allí, dentro del alma,
Como un alma del alma,
Pervive el prodigioso
Saber que nos hallamos,
Y que su dónde está
Para siempre cerrado.
Ha sido tan hermoso
Que no sufre memoria,
Como sufren las fechas,
Los nombres o las líneas.
Nada en ese milagro
Podría ser recuerdo:
Porque el recuerdo es
La pena de sí mismo,
El dolor del tamaño,
Del tiempo, y todo fue
Eternidad: relámpago.
Si quieres recordarlo
No sirve el recordar.
Sólo vale vivir
De cara hacia ese dónde,
Queriéndolo, buscándolo.

            - - -

Al menos él llegó tan lejos.

jueves, 4 de septiembre de 2014

Delirio #17: El corazón que nunca quiso dejar de romperse

Erase una vez un corazón rojo, fuerte y joven que bombeaba más sangre y albergaba los más sentidos sentimientos de todos los corazones del reino.

Un día, paseando, ese corazón te conoció y... Bueno... Imagino que todos os sabéis el resto de la historia, ¿verdad?
Una y otra vez intentándote; una y otra vez rechazado.

Bien.

La historia no acaba como todos pensáis. Ese corazón no se suicidó. Tampoco consiguió un final feliz a tu lado, señorita, ¡sí, tú! ¡La de la fila 13! ¿Sabe que tiene un brillo extraño en los ojos cuando ríe?

Sigamos.

Ese corazón siguió adelante con su vida. De hecho, ese corazón continuó amándote día tras día, sin descanso. Escribió los mejores versos y te los susurró mientras dormías. Tocó las mejores melodías y las entrelazó en tu corazón nota a nota. También puso paz a tus sueños y combatió contra los dragones de tus pesadillas. Ese corazón nunca dejó de amarte, ¡incluso te dejó el último trozo de aquella tarta de manzana que tanto te gusta! Este corazón nunca dejó de ser generoso, amable y sincero. Ese corazón te quiso y tú... Me atrevería a decir que nunca le hiciste caso pero estoy seguro de que mentiría.

¡Oh, no! No es ninguno de vuestros padres… Tampoco hablo de dioses ni de hombres… ¿Sabéis ya de quién estoy hablando?...  ¿No?

Continúo pues.

Ese corazón perdió, con el paso del tiempo, color, fuerza y juventud. El rojo dejó de ser tan rojo, pero no perdió su brillo. Su fuerza ya no era la de antaño, pero seguía sin tener rival en todo el reino a la hora de bombear sangre y sentimientos; y ya no era aquel joven de antes, pero nunca se dio por vencido y siguió luchando día tras día.

El mundo no pudo con él y seguía sintiendo igual o más que antes. Es cierto que perdió muchas de sus cualidades, pero sólo en algunos aspectos. Conservó su brillo, su imbatibilidad y su sentimiento.
Y siguió amándote.
Y siguió rompiéndose.

Aquel corazón, ya viejo, te arropó en las frías noches y avivó tu fuego en invierno. También fue esa fresca y agradable brisa que combate contra el calor en verano. Fue música en tus fiestas y el hielo de esa “copa para olvidar”. Se disfrazó del nosequé de tu vestido que te hizo resplandecer por encima de todas las demás chicas en aquella fiesta. Este corazón fue esa ocasión especial, ese encuentro inesperado y el momento incómodo del 4 de septiembre, o del 17 de Junio.
Sí, sí, recuérdalo.

Y nunca dejó de ser el mismo de siempre.
Me atrevería a decir que no te percataste de todo aquello pero volvería a mentir. ¿Sabéis ahora de quién hablo? ¿Aún no?

Pues no continuaré.

Veréis, lo cierto es que esta historia no tiene final. Las palabras huyen de mí al intentar ordenarlas, quizá para escribir un bonito desenlace con su correspondiente moraleja. En realidad se han puesto de acuerdo: parece ser que mi musa se ha declarado en huelga y no quiere susurrarme nada más.

O quizá esta historia es así, coja y absurda.
O tal vez es más real de lo que pensamos.


Así, ¿qué le paso a nuestro corazón? Se rompió una y otra vez pero nunca dejó de ser el mismo de siempre. No dejó de amarte, de ser sincero y de entregarlo todo una y otra vez. Y tampoco quiso, jamás, dejar de romperse.