jueves, 3 de septiembre de 2015

Espadas. Como aceros. Como labios.

Tú cabalgas mis húmedos labios.
Sepultas entre tus brazos mi memoria.
Me arrancas de mí.
Me arrojas del mundo,
de los años sin tu aliento
-éste que sacrifica los reflejos
las historias, los tormentos viejos
desde las sombras (son sólo sombras)
y anudan contra el hierro mis manos
anidan en la crisálida de escombros míos
sólo de mí-.

Y antes del grito
prematuro;
antes del alma como vórtice inefable,
antes del corte final sobre los hombros,

en tu blanco cuerpo y delgado,
en un aroma de ciega dulzura.

en una luz de vibrante plata.
En un cantar sereno sobre la escarcha.
En un viento templado
tras el grito o su eco de amarga hiel…



Hiéreme, lazo de seda.
Traspasa mi anegada piel.
Hiéreme en las garras.

Arde, arde dentro
hielo invernal.
Arde
como beso. Como rabia.
Como ternura sobre espanto.

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