sábado, 20 de septiembre de 2014

Delirio #4: De verdad tus besos.

¿Por qué no mentir de ti, amor, si la verdad es negra y la mentira es blanca y pura? ¿Por qué no vivir en realidades paralelas a ti, en las que me das la mano y, lejos de los gritos y las angustias, en nuestra soledad me besas?

¿Por qué he de vivir detrás de ti y no a tu misma altura o más allá?

¿Fuiste tú, de verdad, aquella, junto a otros muchos indefinidos sueños, la que me habló y me descubrió los besos desnudos, ardientes, nuevos en mi boca?

¿Cómo vivir atado si observo tus alas y a ti volar más y más alto, hasta donde no puedo verte? Si llegaras al Sol, te coronaría con sus rayos. Te cubriría de relucientes, nunca más que tú, besos.

Menos brillantes que aquellos, los que un día míos, fueron a ti.

Y tú, ya  reina del Sol, ineludible tu esplendor, ¿a qué sabrían tus besos? ¿Qué sería de mí si me besaras?

Entonces yo no sería nada; nada y todo.

Otra vez nada, polvo y ceniza, cualquiera, que pisaras sin cuidado al caminar. De tus labios podría conocer tus maravillas. Sería libre, así, apresado entre tus brazos. Podría escapar, conocer la causa de tu risa, los misterios de tu mirada.

Pero las verdades, más oscuras y distantes, perpendiculares a tus besos, los cortan, los despedazan. Verdades que me dejan vivo y perdido en lo desconocido, lejos de mí, donde mis palabras son inútiles, alejadas en algún rincón oscuro.

Impacientes las verdades, no como tus besos. Convertías los segundos en infinitos y yo soñaba y podía entregarme a tus siete, mil maravillas.

Tantos me diste, aún desconocidos besos, que la muerte ¿Qué es la muerte? ¿Qué, a tus besos? Entonces yo podía morir, sellaba mi alma en tus labios.

Era palpable el frío, el ardor, la angustia, la pasión, mis manos temblorosas. Todo, realidad, era un abstracto en tus labios. Las verdades morían, ¿qué es la muerte?, en tus mejillas. Nunca rozaron tu boca: su límite tus, de nuevo, labios. Se estrellaron contra el suelo, y allí, yo, y lo que eres tú en mí; y tú, y lo que yo fui en ti, quedó ciego, perdido, irreal.

¿Por qué, amor, no vivir en los límites? ¿Por qué no aferrarme a tus irrealidades?
¿Por qué tus besos?

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