jueves, 4 de septiembre de 2014

Delirio #17: El corazón que nunca quiso dejar de romperse

Erase una vez un corazón rojo, fuerte y joven que bombeaba más sangre y albergaba los más sentidos sentimientos de todos los corazones del reino.

Un día, paseando, ese corazón te conoció y... Bueno... Imagino que todos os sabéis el resto de la historia, ¿verdad?
Una y otra vez intentándote; una y otra vez rechazado.

Bien.

La historia no acaba como todos pensáis. Ese corazón no se suicidó. Tampoco consiguió un final feliz a tu lado, señorita, ¡sí, tú! ¡La de la fila 13! ¿Sabe que tiene un brillo extraño en los ojos cuando ríe?

Sigamos.

Ese corazón siguió adelante con su vida. De hecho, ese corazón continuó amándote día tras día, sin descanso. Escribió los mejores versos y te los susurró mientras dormías. Tocó las mejores melodías y las entrelazó en tu corazón nota a nota. También puso paz a tus sueños y combatió contra los dragones de tus pesadillas. Ese corazón nunca dejó de amarte, ¡incluso te dejó el último trozo de aquella tarta de manzana que tanto te gusta! Este corazón nunca dejó de ser generoso, amable y sincero. Ese corazón te quiso y tú... Me atrevería a decir que nunca le hiciste caso pero estoy seguro de que mentiría.

¡Oh, no! No es ninguno de vuestros padres… Tampoco hablo de dioses ni de hombres… ¿Sabéis ya de quién estoy hablando?...  ¿No?

Continúo pues.

Ese corazón perdió, con el paso del tiempo, color, fuerza y juventud. El rojo dejó de ser tan rojo, pero no perdió su brillo. Su fuerza ya no era la de antaño, pero seguía sin tener rival en todo el reino a la hora de bombear sangre y sentimientos; y ya no era aquel joven de antes, pero nunca se dio por vencido y siguió luchando día tras día.

El mundo no pudo con él y seguía sintiendo igual o más que antes. Es cierto que perdió muchas de sus cualidades, pero sólo en algunos aspectos. Conservó su brillo, su imbatibilidad y su sentimiento.
Y siguió amándote.
Y siguió rompiéndose.

Aquel corazón, ya viejo, te arropó en las frías noches y avivó tu fuego en invierno. También fue esa fresca y agradable brisa que combate contra el calor en verano. Fue música en tus fiestas y el hielo de esa “copa para olvidar”. Se disfrazó del nosequé de tu vestido que te hizo resplandecer por encima de todas las demás chicas en aquella fiesta. Este corazón fue esa ocasión especial, ese encuentro inesperado y el momento incómodo del 4 de septiembre, o del 17 de Junio.
Sí, sí, recuérdalo.

Y nunca dejó de ser el mismo de siempre.
Me atrevería a decir que no te percataste de todo aquello pero volvería a mentir. ¿Sabéis ahora de quién hablo? ¿Aún no?

Pues no continuaré.

Veréis, lo cierto es que esta historia no tiene final. Las palabras huyen de mí al intentar ordenarlas, quizá para escribir un bonito desenlace con su correspondiente moraleja. En realidad se han puesto de acuerdo: parece ser que mi musa se ha declarado en huelga y no quiere susurrarme nada más.

O quizá esta historia es así, coja y absurda.
O tal vez es más real de lo que pensamos.


Así, ¿qué le paso a nuestro corazón? Se rompió una y otra vez pero nunca dejó de ser el mismo de siempre. No dejó de amarte, de ser sincero y de entregarlo todo una y otra vez. Y tampoco quiso, jamás, dejar de romperse.

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