Rojo, dulce, turquesa y limón: los colores de tu pelo.
Un paso adelante, dos o tres miradas atrás.
Creo que no lo hice bien. Volvemos a empezar.
Creo que no lo hice bien. Volvemos a empezar.
¡Oh, mierda! ¡Está quedando ridículo!
Ocho por ocho.
Trece.
Veintitrés.
Cuarenta y dos.
Es curiosa mi mente a tu pensar; las palabras infernales, tan distantes unas de otras.
Lima.
Pero tranquila, no son sólo colores. Algunas veces eres un vaso vacío, otras el sol y lo que más: un ángel.
Trece.
Veintitrés.
Cuarenta y dos.
Es curiosa mi mente a tu pensar; las palabras infernales, tan distantes unas de otras.
Lima.
Pero tranquila, no son sólo colores. Algunas veces eres un vaso vacío, otras el sol y lo que más: un ángel.
Y recuerdo tus besos y saben dulces, tan dulces como tus rosadas mejillas, como un día de playa, como el sol en primavera, como... ¡Yo qué se cómo!
La verdad, no tus besos.
Y son tan perfectos como las manchas de tu piel, los días soleados y todo lo que no es perfecto.
Como mis imperfectas palabras y las que no lo son:
amor, amor, ¡catástrofe!
Y no son mías.
¿No es indignante?
Hoy la locura me lleva.
No, espera... Qué gran mierda.
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