Un invierno mutuo nos entrega.
Las constelaciones se separan
lentamente
constantemente.
Un cometa dará su vida
-hoy, mañana, siempre-
en nombre de todas las estrellas.
Acto inútil.
Su muerte no será contemplada.
Nadie –persona, ciprés,
estrella-
mirará al cielo ese día –lunes,
abril, mil novecientos diecinueve-.
. . . . . . . . . . . . .
Los días verdes. La sangre,
caliente. La herida
se fragmenta en distintas dimensiones:
recuerdos en blanco y negro,
mi hombro y una mano
-mía, tuya, mano de árbol,
mano de halcón -,
un océano tan inmenso detrás de tus párpados.
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