martes, 21 de junio de 2016

claro de luna

Cómo iba a esperarme.
Sus piernas desvaneciéndose en la arena.
Sus ojos desbordando lágrimas.
Sus manos sobre otras manos;
sus brazos en torno a un triste
cuerpo deformado.
Su voz susurrando una voz de muerte.

Quién iba a esperarme, al fin y al cabo.
Ya no quedaba de sí.
La sangre fluyendo desde sus miembros desgarrados.
La primavera, cenicienta, despertando a través
del ciego cristal durmiente, allá en la aurora.
Sus manos, azules, atisbando la ternura
de la fantasmal y gélida caricia de la noche.

Quién iba a esperarme.

Las sombras se retuercen.
Altos cipreses crecen en torno al rastro de sus faldas.
Largos sus pasos, se aleja, distante, a través
del camino celeste que guardan las estrellas.
El púrpura, suavemente, cerrando sus ojos.
Nada hay en mí esta noche.
Paciente aguardo, entre huesos, mi aurora.
Palpo los cuerpos molidos.
Mido la sombra de las cosas.

En mí no hay nada, ya,
salvo un sombrío reguero
de luz;
soberbia, desnuda plata.

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