miércoles, 15 de abril de 2015

Soledades #2

La tormenta ha estallado.
Un olor azulado se filtra a través de la breve rendija sobre mi ventana.
Los rayos, fugaces, lo acompañan.

La lluvia picotea incesante el suelo dejándose caer pesada, en su transparencia, el color puro del cielo.
¡Oh, sí!
Viene desde su estancia en las nubes, hoy tristes, de la morada de un dios.
Y ese dios que llora amargo…

Ácidas caen sus lágrimas al mundo.
Desnudas visten las calles,
a ceniza y carboncillo,
de mil colores.

¡Oh, tronar de tu rugido…!
Su lamento me traspasa, de lleno,
el alma
por la suya desgarrada…

El frío me viene, silbando, por la ventana… Quiere dormir en mis huesos.

¡Oh cántico brutal y sombrío…!
Tras la ventana un niño llora
par a par tiznado,
como el mundo,
de ceniza.

La noche húmeda se revuelve: las calles mudan su gris de otro gris celeste y puro.
El campo, beso a beso, difumina su horizonte… Las nubes, clareadas y tímidas, se dejan besar…
Están muy lejos…

¿Por qué lloras, titán descolorido?
¿Acaso tú, de cuerpo eterno, te has quebrado el alma?
¿Es que tus rasgos marchitos te adolecen…?
Fue un brillo divino que sumió en tu rostro la locura… Luna, temerosa, oscura te acompaña.

¿Y cómo será tu alma dolorida…?

La lluvia, inquieta:
sus cristalillos repiquetean en mi ventana.

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