La brisa, leve, sacude la montaña
que se agita.
No se ve, su alma, la montaña.
La amapola se rinde al juego celeste,
festín de luces, colores y sombras…
No se ve, su alma, la amapola.
¡Ya vaga el río perdido,
sonando entre estrellas y fuegos de artificio…!
No se ve, su alma, el riachuelo.
Un pastorcillo se mira,
se mira y no se encuentra…
Se fue.
Se fue, su alma, con ella.
Picando, la lluvia sombrea los caminos
tiñendo nubosos los prados verdes…
¡No, alma! ¡No me dejes!
¡No, por favor, me duelas!
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