Y de todas las miradas que se perdieron, entre todas ellas, la tuya, clara, salvaje, y la mía, fúnebre.
Y de todas las crueldades del mundo, la mía y la tuya: encontrarnos.
De todos los quizás, el tuyo a mi hora, el mío a tu llegar.
Y de todas las agónicas historias de amor, rastrojos negros, marchitos y la extraña hermosura que emana de ellos, blanca y pura, emerge, allí tendidos los huesos, pequeño yo, brillante tú,
y lo que fuimos.
Jamás seremos, muerto el amor, ¿qué nos queda?
Seremos jamás, excepción, mirar prohibido.
Abstractos, tú y yo, extraños a los ojos, pertenecemos a los corazones, al no querer, al olvido.
Y de todas las miradas, la tuya, vacua, y la mía, perdida.
Muertos, tú y yo, caminamos, nunca de la mano. Nuestros ojos, gélidos, gritan "odio".
Tu corazón y el mío sollozan, cansados.
* * *
Amor derribó, de un aliento, tu cuerpo sobre el mío.
Tú decías quererme,
yo fingí creerte
Amor pasajero y tú culpable de querernos.
Los sentimientos ya muertos
y los que fallecen a tu mirar,
Caen allí, lejos, donde tú caminas.
Junto a mí.
Te veo, como agua clara, transparente. Tu voz, quebrada, como tantos otros, mis sueños.
Hoy eres como nunca fuiste.
Marchó amor dejando nada, polvo y cenizas,
que somos nosotros.
Y donde nada somos y nada seremos, ciudad de rotos y otros tesoros, apareces, de nuevo, cálida en el corazón, invierno en tu ser.
Y tu corazón venenoso me envenena.
Me acerco y muero.
Muriendo, te beso.
Y entre beso y beso, caricia y risa tímida, ascendemos, ya nunca tu y yo,
los dos,
nuevos,
como fuente y su agua que mana virgen.
Tú y yo y nuestro amor,
donde no existe el pasado,
donde podemos ser, sentir, querer.
Nos.
Quebrado el mundo a mi compás.
Y al tuyo.
Roto tu mirar, más rotos mis sueños,
ennegrecidos, moribundos,
de realidad.
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